DELINCUENTES AMBIENTALES PINTAN ARMAS DE FUEGO EN LA ZONA DE AMORTIGUAMIENTO DEL PARQUE NACIONAL CORDILLERA AZÚL, TRAS EXTERMINAR BOSQUES VÍRGENES
Por: Galia Gálvez / Fondo Socioambiental del Perú
31 de agosto del 2022
Amenazantes y sintiéndose blindados e intocables por las autoridades de justicia, delincuentes ambientales ingresaron hasta la zona de amortiguamiento del Parque nacional Cordillera Azul en San Martín, territorio virgen y protegido por el Comité de Vigilancia Forestal de la comunidad nativa de Santa Rosillo de Yanayacu. Los criminales devastaron aproximadamente 20 hectáreas de árboles amazónicos de más de 500 años de vida, junto a la muerte de estos árboles, las aves, la flora y fauna nativa también fueron violentados.
Y como jurada amenaza de muerte dirigida a los defensores ambientales Apu Manuel Inuma, Quinto Inuma y a sus familiares; los delincuentes, dejaron revólveres dibujados en los troncos de lo árboles. Se presume que, tras estos crímenes ambientales, actos de terrorismo y violación a los derechos humanos se encontrarían Jorge Segundo Ramírez Mandruma, Julio Barbaran Ojanama y Limber Rios Ruiz, quienes buscan acallar las denuncias e investigaciones penales en su contra.
“Si nos duele cuando Repsol enloda en petróleo a las aves marinas de Lima, que nos duela también cuando nidos de aves como el colibrí cola de espátula, guacamayos, loros, monos con crías, venados, sajinos, majaz, huanganas y árboles son aplastados y perseguidos por el peso de motosierras, excavadoras, maquinaria pesada, armas de fuego y la voracidad de las mafias ambientales”.
Historial Delictivo: No es la primera vez que los líderes kichwas Apus Manuel Inuma y Quinto Inuma, como consecuencia de la protección de sus bosques, son víctimas de agresiones físicas, secuestros y amenazas con armas de fuego por mafias vinculadas a delitos de tala ilegal, cultivos ilícitos y tráfico de tierras. Todo esto sucede ante la apatía de los operadores de justicia regionales y nacionales, quienes archivan las denuncias, permitiendo así la multiplicación de delitos ambientales y crímenes contra los derechos humanos.
Indolencia de las autoridades. Los Apus Manuel Inuma y Quinto Inuma claman justicia durante años; y aún con todas las limitaciones de cobertura de señal telefónica y comunicación que existen entre los bosques amazónicos y la ciudad, entregan fotos, vídeos, nombres y coordenadas de los bosques dañados a las autoridades regionales, incluso vigilan los bosques, exponiendo sus vidas, sin embargo, para los operadores de justicia no es importante y no actúan, cometiendo delitos de omisión de socorro y abuso de autoridad ¿Qué pasaría si este mismo pedido de justicia lo realizaría un futbolista en Lima o una empresa minera que ha sido atacada por delincuentes armados? ¿Por qué los derechos de los protectores del patrimonio natural de oxígeno la humanidad, como es la Amazonía, vale menos?
“Un bosque primario o bosque virgen es una extensión de área forestal que ha permanecido conservado desde el inicio de su aparición en la tierra, y por lo tanto posee riqueza natural e importancia ecológica nunca antes vista. Al destruirlos, se destruye a todos los seres vivos que viven en él y se da cabida a la aparición de otros delitos ambientales como: tráfico de especies silvestres, minería Ilegal, cultivos ilícitos destinados al tráfico de drogas y tráfico de tierras”.
Clasismo y racismo hacia las comunidades indígenas: Incluso las autoridades y operadores de justicia tienen una mirada racista, clasista, discriminativa y complejos de sentirse moral, social y académicamente superiores a las comunidades indígenas, al no mirar, respetar y empatizar con sus denuncias, sin considerarlos como ciudadanos sujetos de derechos a la salud, a una vida tranquila y respeto por sus territorios ancestrales, negando así también los derechos de la naturaleza. Urge una legislación en enfoque intercultural, donde los operadores de justicia sean también líderes indígenas, ya que la población mayoritaria del Perú es principalmente indígena o descendiente de alguna etnia indígena.
Delito contra las formaciones boscosas. Los bosques arrasados en la zona de amortiguamiento del Parque nacional Cordillera Azul en San Martín son bosques vírgenes, es decir, son bosques primarios, y los execrables crímenes cometidos contra ellos configura como: ‘Delito contra las formaciones boscosas’ según el Artículo 310 del Código Penal de delitos ambientales. Entonces, si nos duele cuando Repsol enloda en petróleo a las aves marinas de Lima, que nos duela también cuando nidos de aves como el colibrí cola de espátula, guacamayos, loros, monos con crías, venados, sajinos, majaz y huanganas son aplastados y perseguidos por el peso de motosierras, excavadoras, maquinaria pesada, armas de fuego y la voracidad de mafias ambientales.
“Si condenamos las agresiones contra los líderes indígenas en territorios amazónicos y la destrucción de la Amazonía, también es necesario percibirnos como parte del problema, donde todos somos responsables, desde las materias que utilizamos o los empaques que también tienen nuestras compras, sumado el impacto ambiental, contaminación y efectos en la aceleración del cambio climático, que tiene nuestro consumo y que golpea principalmente a las comunidades indígenas y a la Amazonía”.
¿Por qué es grave devastar un bosque primario?
Un bosque primario o bosque virgen cómo es la zona dañada, es una extensión de área forestal que ha permanecido conservado desde el inicio de su aparición en la tierra, y por lo tanto posee riqueza natural e importancia ecológica nunca antes vista. Al destruirlos, se destruye a todos los seres vivos que viven en él y se da cabida a la aparición de otros delitos ambientales como: tráfico de especies silvestres, minería Ilegal, cultivos ilícitos destinados al tráfico de drogas y tráfico de tierras.
Economía lineal extractiva: Todos somos parte de ella y de la voracidad de una sociedad que exprime a la naturaleza hasta asfixiarla. Recursos vírgenes como la madera son sacados de territorios como la Amazonía, el agua embotellada en plástico que exigimos irracionalmente, ese mismo plástico derivado del petróleo que también es sacado de los bosques amazónicos; aves exóticas, minerales como el oro que son comprados en joyerías exclusivas y usado para piezas de celulares u otros. Pero tras esa apariencia de inofensividad se esconden innumerables delitos ambientales como el asesinato de líderes indígenas y las masacres a sus comunidades.
Entonces si condenamos las agresiones contra los líderes indígenas en territorios amazónicos y la destrucción de la Amazonía, también es necesario percibirnos como parte del problema, donde todos somos responsables, desde las materias que utilizamos o los empaques que también tienen nuestras compras, sumado el impacto ambiental, contaminación y efectos en la aceleración del cambio climático, que tiene nuestro consumo y que golpea principalmente a las comunidades indígenas y a la Amazonía.